Formació per a pares
Sempre és interessant poder millorar en la nostra tasca formativa com a pares. Per això hem pensat d’anar oferint textos, articles d’opinió i informacions diverses que ens hi ajudin.
10/12/2013
Aquí teniu els butlletins de la CCAPAC (Confederació Cristiana de d’Associacions de Pares i Mares d’Alumnes de Catalunya), lectures molt recomanables
Butlleti num 2 Veure Pdf
Butlleti num 3 Veure Pdf
Butlleti num 4 Veure Pdf
Butlleti num 5 Veure Pdf
Butlleti num 6 Veure Pdf
Butlleti num 9 Veure Pdf
Butlleti num 10 Veure Pdf
Butlleti num 11 Veure Pdf
Butlleti num 12 Veure Pdf
Article molt interessant sobre la gestió de l’estrés en familia (2010). Descarregar ►
Escrit envers les activitats extraescolars abans dels 4 anys. Per la Psicòloga Verónica Bronstein (2010). Descarregar ►
Per a tots aquells a qui el tema pugui interessar, us facilitem un enllaç amb un bloc sobre intel·ligència emocional. Podeu visitar aquesta pàgina (2010). Anar ►
Miguel Ángel Santos Guerra (Blog El Adarve), és Doctor en Ciències de l’Educació, Catedràtic de Didàctica i Organització Escolar a la Universitat de Màlaga. Li hem demanat autorització per penjar alguns dels seus textes, dels que ja podeu gaudir.
NOTA: Aneu visitant aquesta secció, els anirem penjant un damunt dels altres.
EL ZOQUETE (2010)
El diccionario de la RAE define el término zoquete, en su acepción coloquial, como “persona tarda en comprender”. Un zoquete quiere, pero no puede. Sencillamente, no es capaz. Es torpe de nacimiento y, por consiguiente, puesto que zoquete nació, zoquete seguirá siendo. Lo más terrible del término es la irremediabilidad, el carácter definitivo de la condena genética, el falso determinismo biológico que encierra. Cuando se considera zoquete a un alumno en la escuela se dice de él que no puede llegar a nada en la vida. Qué cruel error. Lo malo de que los profesores consideren zoquete a un alumno es que él mismo acabe creyéndose que lo es.
Me preocupan los alumnos y las alumnas que fracasan en la escuela. Especialmente aquellos que, aunque se esfuerzan, no pueden comprender lo que otros captan con facilidad y rapidez.
– ¿No lo entiendes?
– No, señor.
– Es que eres un zoquete.
– Sí, señor
“Yo era un zoquete solemne”, dice reiteradamente Daniel Pennac en la hermosa obra que acaba de publicar con el título “Mal de escuela”. “Es un libro, dice, sobre el zoquete. Sobre el dolor de no comprender y sus efectos colaterales”. Pennachioni (ese es su apellido completo) es un famoso novelista francés, muy conocido entre nosotros por su obra “Como una novela”. “Mal de escuela”, en el título original “Chagrin d´École”, es un libro apasionante, bellamente escrito y traducido al español con exquisitez literaria.
A través de la cuidada pluma del autor nos adentramos en el corazón de un escolar fracasado. Dice de sí mismo: “Me bastaba entrar en el aula para salir de ella. Como uno de esos rayos que caen de los platillos volantes, me parecía que la mirada vertical del maestro me arrancaba de la silla y me proyectaba instantáneamente a otra parte” Y añade: “En todo caso, el miedo fue el gran tema de mi escolaridad: su cerrojo. Y la urgencia del profesor en que me convertí fue curar el miedo de mis peores alumnos para hacer saltar ese cerrojo, para que el saber tuviera una posibilidad de pasar”.
Gracias al conocido novelista podemos saber qué es lo que siente un alumno condenado a la desesperanza del fracaso: “El odio y la necesidad de afecto habían hecho presa en mí desde mis primeros fracasos. Se trataba de domesticar el ogro escolar. Hacer cualquier cosa para que no me devorara el corazón”.
El libro está escrito desde dentro, desde el amor a la escuela y a profesión docente, que el autor ha ejercido durante muchos años en Francia como profesor de Literatura en Secundaria. El fue un zoquete redimido por tres o cuatro profesores a los que cita con veneración, con respeto y con ternura. Ellos le sacaron del pozo. “Aquellos tres profesores sólo tenían un punto en común: jamás soltaban a su presa”. De uno de ellos cuenta: “Cada vez que suspendía mi examen de bachillerato, me invitaba a un restaurante excelente para convencerme, una vez más, de que cada cual va a su ritmo y que yo, sencillamente, llevaba retraso en el florecimiento”
Me pregunto por los zoquetes que han sido etiquetados por la escuela y que no han podido desprenderse de ese estigma. El autor dice que su madre, a pesar de sus muchos años como docente de Secundaria y como novelista de éxito internacional todavía le pregunta a su hermano Bernard:
– ¿Tú crees que lo logrará algún día?
Comparto muchas ideas del autor. Me he emocionado con muchas de sus experiencias. Ojalá que todos los profesores y profesoras compartiesen con los lectores todo lo emocionante que les ha brindado la profesión. Sería una fuente extraordinaria de estímulos y de ideas. Comparto, por ejemplo, su valoración del amor como fuente de inspiración y de éxito. Véase, como botón de muestra, este sustancioso diálogo:
“- No son métodos lo que falta, sólo habláis de métodos. Os pasáis todo el tiempo refugiándoos en los métodos cuando, en el fondo de vosotros mismos, sabéis muy bien que el método no basta. Le falta Algo.
– ¿Qué le falta?
– No puedo decirlo.
-¿Por qué?
– Porque es una palabrota.
– ¿Peor que “empatía”?
– Sin comparación posible. Una palabra que no puedes ni siquiera pronunciar en una escuela, un instituto, una facultad o cualquier lugar semejante.
– ¿A saber?
– No, de verdad, no puedo…
– ¡Vamos, dilo!
– Te digo que no puedo. Si sueltas esa palabra hablando de instrucción, te linchan, seguro.
– …
– El amor”.
Dos discrepancias con Daniel Pennac. Deduzco de la lectura del libro que, para ser buen profesor, basta dominar la asignatura y estar preocupado por los alumnos y alumnas. No estoy de acuerdo porque creo que esta no es una profesión inespecífica. Hacen falta saberes y destrezas especializados que no son congénitos y que no se adquieren por ciencia infusa. Tampoco estoy de acuerdo en que deban hacerse profesores sólo los alumnos que hayan sido considerados zoquetes, aunque está claro que sabrán comprender mejor a quienes tengan problemas. Porque sería una forma de reafirmar en la sociedad aquel viejo aforismo de Bernard Shaw: “El que sabe, hace; el que no sabe, enseña”. Hace falta cambiar ese estado de opinión para concluir que han de dedicarse a la docencia las mejores personas y los profesionales más capacitados. Porque la educación es una tarea tan importante y necesaria como difícil.
PASADO MAÑANA SERÁ LUNES (2010)
El título refleja la forma de pensar del pesimista. Quien dice “pasado mañana será lunes”, no disfrutará del domingo. No es que el lunes no exista, no es que el lunes nunca llegue. Llegará. Pero él lo anticipa, lo saborea con el amargo paladar de su tristeza. El pesimista no disfruta del domingo porque lo convierte en un simple puente para llegar al lunes.
El pesimista sólo ve los agujeros en el queso. Que existen, claro está. Pero no sólo, pero no prioritariamente. Hay quien, desde esa calamitosa visión de la realidad se califica de realista. “No, yo no soy pesimista, soy realista”, dice con absoluta convicción. Lo es. Porque ahí están los agujeros. El problema no está en las cosas sino en su forma de verlas.
La primera víctima de su actitud es él mismo. Porque sólo ve su lado más oscuro. Sólo son patentes para él las limitaciones, los errores, los fallos, las carencias, los problemas. Su autoconcepto es pésimo y su autoestima es nula. A nadie trata con tanto rigor como a sí mismo. También son víctimas de este tipo de personas quienes viven con ellas. No es fácil vivir al lado de un pesimista. Porque todo lo ve con esa especial mirada que destaca, anticipa, potencia o selecciona lo negativo, lo feo, lo triste, lo desagradable, lo malo, lo peligroso. Otras víctimas de su visión catastrofista son aquellas personas con quienes y para quienes trabajan. Nada espera de ellas. Y como no espera nada, nada suelen darle. Todavía es más grave que quien tiene esa actitud negativa sea el jefe, el profesor, el médico, el político. Porque, quien tiene autoridad, con ese modo de ver la vida, tiñe de oscuridad a quienes gobierna.
Es muy saludable mantener una visión optimista de la realidad, de las personas y de nosotros mismos. Porque el optimismo nos ayuda a percibir la realidad desde su perspectiva más sugerente, alimenta las actitudes positivas y garantiza el éxito. En el amor, en la amistad, en el trabajo, en la salud y en la vida en general es muy gratificante ser optimista. No veo ventajas para la elección pesimista. Es difícilmente explicable el prestigio intelectual que han tenido los pesimistas. Porque la historia, la ciencia y sociedad han avanzado gracias a los optimistas. Propiciaron el avance, entre otras causas, porque creyeron que se podía producir.
Paco Abril, querido amigo y afamado cuentacuentos, me contó hace tiempo una hermosa historia al respecto. Un rey tuvo noticias de que, en un lugar apartado del reino, vivía un sabio que interpretaba todo lo que sucedía con un lema de carácter positivo. Ante cualquier tipo de hecho, él decía: Todo es para bien. Al rey le sedujo aquella filosofía que podría inspirar la política del reino y su propia vida. Le hizo llamar y contrató sus servicios, de modo que pronto se hizo el asesor favorito del rey. Su forma de pensar y de interpretar todo lo que sucedía suscitó las envidias del resto de asesores del monarca.
Un día, el rey sufrió una aparatosa caída y se fracturó el brazo por varias partes. Los dolores eran insoportables. Los asesores pensaron que, cuando el rey se encontrase son su asesor favorito y le dijese que lo sucedido había sido para bien, el asesor caería en desgracia y perdería su hegemonía.
– Majestad, ¿qué le ha pasado?, dijo el asesor al rey cuando le vio con el brazo vendado.
– He sufrido una horrible caída, me he fracturado el brazo y estoy sufriendo unos dolores insoportables.
-Majestad, no se preocupe, todo es para bien.
Al oír estas palabras el rey entró en cólera y encarceló al asesor en las mazmorras del palacio. Al día siguiente, para aliviar aquellos terribles dolores, el rey salió a caballo de palacio, Quería distraerse y olvidar lo sucedido. Cabalgó durante tanto tiempo que se perdió. Era imposible encontrar el regreso a palacio. Le capturó una tribu de antropófagos. Enseguida decidieron matarlo y comerlo. Pero, cuando se disponían a iniciar los rituales, el hechicero de la tribu hizo un llamada de atención:
-Alto. No podemos comer a este hombre, dijo. Porque tiene un brazo malo. No sabemos qué enfermedad tiene. Si lo comemos podemos morir envenenados., Hay que soltarlo inmediatamente.
El rey fue liberado. Mientras buscaba el camino de regreso a palacio pensó en cuánta razón había tenido su asesor. Gracias a que tenía el brazo malo, había salvado la vida. Cuando llegó a palacio quiso pedir perdón a su asesor. Se dirigió a las mazmorras y lo liberó de sus cadenas.
– Perdóname. Una vez mas tenías razón. Salí de paseo, me capturó una tribu de antropófagos y, cuando me iban a sacrificar, me liberaron gracias a que tenía el brazo malo. Para ti no ha sido para bien, ya que tú has estado encarcelado.
– No, Majestad, todo es para bien. también para mí ha sido bueno estar en la cárcel. Porque, si hubiese estado libre, hubiera salido de paseo con su Majestad. Nos hubiera capturado los antropófagos. Su Majestad habría salvado la vida por tener el brazo malo, pero a mí me habrían comido ya que estaba sano.
Todo es para bien. Incluso lo malo que nos sucede puede convertirse en un motivo para la superación, para el fortalecimiento, para el aprendizaje. No caeré en la sinrazón o en la ingenuidad de decir que hay que desear que sucedan cosas malas. Pero, una vez que han sucedido, hay dos modos de afrontarlas. La de quien se hunde y se destruye dándose golpes contra ellas o la de quien trata de utilizarlas convirtiéndolas en una ocasión de aprendizaje y crecimiento. Los hechos están ahí, pero la actitud ante los hechos depende de cada uno. El pesimista es capaz no sólo de ver lo negativo en lo neutro sino de ver lo negativo en lo positivo. Manuel Alcántara, dueño de metáforas admirables, dice que cuando el pesimista camina por un túnel y ve al fondo la luz, piensa que se trata del foco de la locomotora que acabará por aplastarle. Su tragedia no es la locomotora inexistente sino su mente oscura, que le hará sentirse siempre desgraciado.
DECÁLOGO PARA LA PARTICIPACIÓN (2010):
La participación en los centros educativos es un fenómeno que impregna todas sus dimensiones estructurales y funcionales. Me refiero a la participación de todos los miembros de la comunidad educativa. E, incluso, de todos los ciudadanos y ciudadanas que, en una sociedad democrática, han de responsabilizarse de la educación.
Presento a continuación un decálogo que pretende situar conceptualmente y alentar funcionalmente los procesos de participación de todos los estamentos e individuos que integran la comunidad educativa.
Hay que precisar qué se entiende por participación:
El lenguaje sirve para entendernos y también para confundirnos. El problema fundamental radica no en que no nos entendamos sino en creer que nos entendemos cuando utilizamos las mismas palabras. El alumno que aplaude a los jugadores del equipo colegial está “participando”. El padre o la madre que acuden al Consejo Escolar para votar lo que les ha pedido el Director están “participando”. El profesor que asiste a una reunión como un convidado de piedra está “participando”. ¿Es eso auténtica participación? ¿Qué queremos decir cuando hablamos de participación en la escuela? He aquí una cuestión capital bajo la que se esconden muchas trampas.
La participación no es un regalo que hace quien tiene poder a quien no lo tiene:
Es preciso saber que la participación es un derecho y un deber. Nace ese derecho de nuestra condición de personas y de miembros de una comunidad. Nos equivocamos cuando pensamos que el poder participar es una concesión que se nos hace y no una exigencia que surge de la identidad ciudadana y comunitaria. No es cierto que mientras no tengamos responsabilidad no podemos participar. Más bien sucede lo contrario, que si no hay participación no podemos aprender a ser responsables.
La participación está cargada de beneficios:
Cuando se participa se siente como propio lo que se hace, se produce un fenómeno de implicación, de motivación, de pertenencia. Muchos problemas de convivencia en los centros se solucionarían no aumentando la vigilancia, las amenazas y los castigos sino potenciando, profundizando y ampliando la participación. El que hace las normas está en mejor disposición para cumplirlas que aquel al que se le imponen por la fuerza. Los beneficios de la participación tienen dos dimensiones: se beneficia quien participa y se beneficia la institución.
Se puede (y se debe participar) en todos los ámbitos:
En un centro se puede (y se debe) participar en todas las dimensiones que atañen a su estructura y su funcionamiento. Se puede (y se debe) participar en el gobierno, en el diseño, desarrollo y evaluación del currículo, en la relación del centro con el entorno y, en definitiva, en la vida comunitaria. Casa estamento y cada persona tiene el deber de intervenir en todos los aspectos de la vida escolar. No es bueno que en una institución educativa unos piensen por todos, decidan por todos y se responsabilice de todo. Porque los demás aprenderán a no pensar, a no decidir y a no responsabilizarse.
Para que haya participación es preciso que existan estructuras:
No basta con querer participar. Ni siquiera es suficiente saber hacerlo. Para que haya participación real es preciso que existan unas buenas estructuras que la hagan posible. De tiempo (¿cómo se puede participar si no hay momentos para hacerlo?), de espacio (cómo se puede participar si no hay lugares para hacerlo), de condiciones (¿cómo se puede participar si no hay autonomía para poder decidirt?)..
A participar se aprende participando:
No hay forma más eficaz de aprendizaje que la acción. Se aprende a montar en bicicleta subiéndose a ella y no leyendo y aprendiéndose de memoria el manual de instrucciones. Hay que ejercitarse en la participación. Habrá fallos, pero sólo cuando si se practica se llegará a dominar la competencia. Nadie nace sabiendo hacer las cosas a la perfección. Hay que entrenarse.
La cultura de la participación no se improvisa:
A veces nos pierde la impaciencia. No se puede plantar una semilla de manzano por la tarde y acudir a la mañana siguiente con una canasta para recoger las manzanas. Sería un error destruir la semilla. Hay que darle su tiempo. Los Consejos Escolares tienen limitaciones, pero hay que esperar a que vayan aprendiendo y mejorando. Lo cual supone exigencia. La semilla tiene que ser regada, abonada y protegida. No basta con dejarla estar.
La participación es el eje de la convivencia:
Cuando la autoridad se convierte en poder no existe participación sino sumisión. Los centros escolares han de ser instituciones educativas, no coercitivas. Quien participa piensa, analiza, critica, decide e interviene, respeta, ayuda, colabora, se responsabiliza. Una escuela democrática es un buen escenario para la participación. Y el mejor camino para aprender a vivir en democracia.
Hay muchas falacias en la participación:
No hay participación auténtica cuando está excesivamente formalizada porque sólo importa la dimensión superficial, el mecanismo legal, la dinámica de los votos, la ley de las mayorías. No hay participación auténtica cuando está recortada y limitada a los aspectos marginales e insustanciales. No hay participación auténtica cuando está domesticada y puesta al servicio del poder. No hay participación auténtica cuando está feminizada y entendida como un campo intrascendente.
Hay que superar los obstáculos que limitan y empobrecen la participación:
Existen graves obstáculos que anulan o frenan la participación: el pesimismo (“nunca lo haremos bien”), el fatalismo (“nosotros somos así”), la rutina (“lo haremos como siempre se ha hecho”) . la comodidad (“pudiendo no hacer nada, ¿por qué lo vamos a hacer?”, el individualismo (“cada uno, a lo suyo”), la rigidez (“lo que hay que hacer es lo que hay que hacer”), el cansancio (“estoy harto”), el desamor (“no los soporto”), los fracasos (“ya viste lo que pasó”)…
Terminar diciendo que hay obstáculos no es una invitación al desaliento sino al optimismo. Porque también de los obstáculos se puede aprender si somos inteligentes y estamos comprometidos.
LOS PIMIENTOS DE PADRÓN (2009)
Para lectores y lectoras que no son españoles es preciso, quizás, explicar que Padrón es una localidad de Galicia, cercana a Santiago de Compostela, en la que se cultivan unos pequeños pimientos verdes que tienen una peculiaridad llamativa: unos pican y otros no. Existe un dicho que lo explica de forma sintética y que se aplica a diversas personas, acontecimientos y facetas de la vida: “Como los pimientos de Padrón, que unos pican y otros no”. Si tú vas a un restaurante y pides un plato de pimientos de Padrón, te puedes encontrar de pronto, después de dar cuenta de varios deliciosos pimientos, con uno que te llena de fuego la boca. No es fácil discernir cuáles pican y cuáles no, aunque hay opiniones para todos los gustos.
Acabo de leer un libro titulado “La educación de los hijos como los pimientos de Padrón”. El autor es un maestro nacido en Sigüenza en 1959, creador de la Fundación Internacional O´Belén, cuyo fin es la ayuda y formación de los menores en situación de desamparo social. Ha dedicado su vida profesional a la atención de jóvenes (y sus familias) con graves de problemas de comportamiento. Ha recibido a más de cinco mil jóvenes con graves problemas de comportamiento. Algo sabrá del asunto después de leer durante tanto tiempo en el libro de la vida y en las páginas del corazón humano.
Es curioso que el prólogo esté escrito por el padre y la madre de una chica que pasó por las manos sabias del autor. Dicen: “Si algo hemos aprendido o, mejor dicho, estamos aprendiendo, es que para esta tarea de la educación, no hay métodos infalibles. Desde nuestra modesta experiencia de padres, creemos que ninguna herramienta, que ningún método, por sí sólo, garantiza el éxito; todos necesitan adaptaciones, ajustes a cada realidad particular, a cada persona, a cada situación”.
A eso voy. En educación no sucede que si A, entonces B. Lo que realmente sucede es que si A, entonces B, quizás. Por eso podemos encontrarnos con familias que tienen dos hijos y que están encantadas con el comportamiento de uno de ellos y desesperadas por el modo de ser y e reaccionar del hermano. ¿Qué hemos hecho mal?, se preguntan atormentados por la forma de reaccionar del segundo.
Bueno, pues si lo han hecho de manera similar con los dos, nada. Si les han demostrado similar afecto a los dos, nada. Lo que sucede es que no solemos tener en cuenta la responsabilidad de los hijos en su propio proceso educativo. Ellos tienen una parte importante de intervención sin la cual todo el esfuerzo de los agentes educativos será inútil o contraproducente.
Dice Emilio Pinto en la introducción de su libro que “lo más importante, si un pimiento pica, es tener a mano un buen vaso de vino o de agua”. Es decir que, hay que saber afrontar la sensación de fracaso que produce el tener un hijo problemático, que se rebela, que pega, que no estudia, que es violento, que es desordenado, que es un aprendiz de delincuente. Es preciso saber soportar ese “picante” sin que nos destruya.
No soy determinista al decir que “los hijos son como los pimientos de Padrón”. No pienso que la naturaleza suponga ninguna condena. Solamente digo que no se puede eludir la parte de autocontrol, de esfuerzo, de responsabilidad que cada uno tiene en su proceso formativo. No todo depende de los educadores, aunque no se puede eludir la parte que corresponde a los padres y a los docentes.
Tengo unos amigos que han derramado muchas lágrimas por una de sus hijas. La hermana es ejemplar. Ellos se preguntan con angustia y con dolor: ¿por qué son así las cosas?, ¿por qué no hemos tenido el mismo resultado habiendo aplicado los mismos métodos? Pues por eso, queridos amigos, porque “los hijos son como los pimientos de Padrón”.
Cuando la hija dice que si no se cumplen sus deseos, si no se atienden sus exigencias, dejará de estudiar, habrá que decirle que esa es una responsabilidad suya. Cuando la hija exige que se le den todos los caprichos porque de lo contrario abandonará la casa, habrá que darle a entender que ella tienen en sus manos su vida y su futuro.
Este no es un planteamiento exculpador o tendente al conformismo educativo. No es una invitación a lavarse las manos sino al compromiso con las exigencias de la educación. A fuerza de insistir en los derechos, hemos dejado un poco al margen las obligaciones.
Dice el autor del libro que me ocupa que “la educación de los niños se puede moldear si se tienen las herramientas para ello. Aunque no se puede garantizar el resultado, es más probable que un niño pequeño que reciba una buena educación de mayor no pique, o que pique menos, pero no se puede asegurar de forma absoluta”.
Hay que interpelar a los niños y a los jóvenes haciéndoles ver que tienen una responsabilidad en lo que hacen o dejan de hacer. Hay que ayudarles a descubrir que son ellos los que tienen que caminar. Nosotros podemos encender una linterna e iluminar el camino, pero ellos los que tienen que dar los pasos.
A fuerza de hacer hincapié en la responsabilidad de padres y educadores nos olvidamos a veces de exigir las respuestas que, acomodadas a la edad, tienen que dar los educandos. Como hijos, como estudiantes, como ciudadanos, como amigos tienen unos deberes en los que no se hace el suficiente hincapié. La relación educativa no es tan asimétrica como muchas veces hemos supuesto. Darlo todo, incluido el ejemplo, no es suficiente para que haya una buena educación. Una buena sementera requiere buenas semillas, pero también una buena tierra y excelentes condiciones.
Padres que han sido modélicos, que se han esforzado, que han sido afectuosos y cercanos, que han corregido a tiempo y con tino a sus hijos , no han sido correspondidos con actitudes de respeto, agradecimiento y responsabilidad. Es más, padres que han hecho un sacrificio extremo por sacar adelante a sus hijos han visto con asombro, con amargura y desesperación cómo éstos respondían a sus desvelos con una pereza, una deslealtad y una desvergüenza inusitadas. Porque los hijos son como los pimientos de Padrón.
CONCILIACIÓ DE LA VIDA FAMILIAR, ESCOLAR I LABORAL: UTOPIA?
(Reflexió de la Junta de l’AMPA) (2009)
Amb el model de família que vivim en l’actualitat: pares que ambdós treballen fora de casa amb una prolongada jornada laboral, superior a la jornada lectiva dels fills, i amb un mínim de dos mesos menys de vacances que ells, poc podem fer per conciliar la vida laboral i familiar amb l’escolar, i ens resulta cada cop més difícil la transmissió de valors i el seguiment escolar dels nostres fills i filles.
El govern de la Generalitat ha proposat la modificació del calendari escolar per al curs 2010/2011. Aquesta proposta porta implícita la novetat d’avançar una o dues setmanes l’inici del curs escolar i fer cinc o deu dies, segons el cas, de festius el mes de febrer i/o un altre mes de l’any, per tal de fer uns períodes lectius més equilibrats, tot i acatant els 175 dies lectius que com a mínim s’estableix en els nivells obligatoris.
Aquesta variació no només afecta a l’organització de la vida familiar, sinó també a la conciliació dels horaris de treball, als costums i hàbits de la nostra vida social, si bé el problema de què fem amb els fills continua existint el mateix volum de dies, encara que amb l’actual horari partit de 9 a 13 i de 15 a 17, tampoc no és compatible amb cap horari laboral de gairebé cap pare o mare.
En aquest debat, totes les parts que formem part de la comunitat educativa tenim quelcom a dir, i en aquest cas els pares tenim un problema: no podem fer-nos càrrec de tant de temps de vacances dels infants.
Què fem amb els fills des de meitat de juny fins a meitat de setembre? Què farem al febrer? Què fem amb els dies de lliure disposició, amb el nadal, la setmana santa? I per al proper curs, la setmana de febrer! No tothom té avis i àvies, tiets o tietes amb disponibilitat per fer de cangurs. No tothom pot assumir el cost d’uns campus, colònies, casals… Això obliga a moltes famílies a buscar solucions educatives i d’oci en el temps de lleure en funció del seu nivell de renda.
Des de fa uns cursos, la Generalitat de Catalunya ha aprovat les bases per a l’atorgament de subvencions a les AMPA per a l’organització de l’activitat Escoles obertes al juny i/o al setembre per als nois i noies d’educació infantil i primària. Amb aquesta proposta es pretén traslladar a les AMPA l’organització d’activitats extraescolars en períodes no lectius: mes de juny (dies d’horari intensiu), mes de juliol i dies del mes de setembre anteriors al curs.
Posats al cas, també podríem organitzar activitats per als caps de setmana, al nadal… , clar, i també en la o les setmanes de febrer. Potser les AMPA no estan formades per pares i mares que també han de complir un horari laboral, que també tenen fills i filles a càrrec? Traslladar la solució del problema als propis pares tampoc no és la solució.
Amb aquesta proposta es millorarà l’aprofitament acadèmic dels alumnes i es conciliarà la vida familiar i laboral?
En aquest sentit, recordem que, després de la presentació dels resultats de l’últim informe PISA, molts varem posar la mirada en Finlàndia. L’èxit educatiu d’aquest país nòrdic no es basa només en un únic factor, sinó en un conjunt d’ells que anaven més enllà de les fronteres de la institució escolar fins arribar al teixit social.
Així, l’horari de classe en Finlàndia és de 8 a 12-14 h de la tarda, amb activitats complementàries fins a les 17-19 hores, fins a completar una càrrega horària que al final de curs resulta ser un 10% inferior a la de l’estat espanyol. Per altra banda, l’activitat lectiva s’estén des de a mitjans d’agost fins a principis de juny, dividida en sis bimestres entre els què s’intercalen petits períodes de vacances. Com a molts altres països de la Unió Europea, fan 6-7 setmanes de classe i una setmana de vacances.
No oblidem que l’horari laboral d’aquests països escandinaus no té res a veure amb el nostre…
Aquesta conciliació de la vida laboral i familiar no pot descansar únicament en una millor i més adequada distribució dels temps escolars, sinó que també cal la implicació del conjunt de les administracions; aquestes haurien de propiciar, organitzar i finançar en torn a l’escola una sèrie d’activitats que complementin el temps purament lectiu.